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El legado andalusí en Aragón

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Ruta 5. Ruta junto al Jalón y el Jiloca
Ruta

Ruta 5. Ruta junto al Jalón y el Jiloca

Cinco rutas del legado andalusí en Aragón.
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Etapa 1 Zaragoza Mudéjar

La Saraqusta andalusí recibió el nombre de Medina Albaida, la Ciudad Blanca por ser una ciudad repleta de casas con sus fachadas de yeso. Junto a Córdoba y Granada fue uno de los centros políticos, comerciales y artísticos de la historia andalusí de la Península Ibérica.

Dos de los monumentos con pasado andalusí y mudéjar de relevancia internacional: el Palacio de la Aljafería, sin duda el mejor testimonio de este esplendor que se mantuvo en época mudéjar, la Catedral de San Salvador y la Iglesia de San Pablo, llamada “la tercera catedral” y hasta lo alto de cuya torre se puede subir.

Espléndidas las torres mudéjares de Zaragoza capital, además de la de San Pablo, son de admirar las de la iglesia de Santa María de Magdalena, San Miguel de los Navarros y la de San Gil Abad.

Etapa 2 Rueda de Jalón, Calatorao y La Almunia de doña Godina

La primera parada obligatoria en este recorrido junto al río Jalón es el castillo de Rueda de Jalón construido en el siglo IX para controlar el entorno de la gran Saraqusta. Sobre un espolón rocoso, se levantó, en la cima la Torre del Homenaje y adaptándose al escarpado terreno hasta tres recintos defensivos. También se conservan dos torres vigías llamadas popularmente las “Hermanicas”.

En Calatorao, la antigua mezquita mudéjar, Qalat-al-Turäb mantuvo una predominante población musulmana tras la reconquista. Para esta comunidad de hasta 100 familias mudéjares era necesaria una mezquita, en uso hasta 1526, cuyos espacios estuvieron ocultos hasta 2002 en el antiguo Hospital de Peregrinos.

Conforme se llega a la localidad de La Almunia de Doña Godina, ya desde lejos, se ve la imponente torre que se alza dominante sobre el resto del caserío. La torre Mudéjar de la iglesia de la Asunción es uno de los ejemplos más espléndidos de torres mudéjares en las que la decoración de piezas cerámicas y de formas geométricas formadas por ladrillo componen un conjunto unitario de gran belleza.

 

Etapa 3 Mesones de Isuela, Illueca y Huérmeda

Merece la pena adentrarse en el valle del río Isuela para visitar el Castillo de Mesones de Isuela. En uno de sus torreones aguarda una sorpresa: una capilla cubierta con una impresionante techumbre de madera cuya estructura es propia del arte almohade de Sevilla y su decoración pintada propia del gótico italiano, encargada por el arzobispo de Zaragoza Lope Fernández de Luna.

A orillas del río Aranda, se alza el palacio de Illueca, que vio nacer a uno de los aragoneses más importantes de la historia: Benedicto XIII, el llamado Papa Luna. La joya de este monumento es la llamada Sala Dorada que conserva un impresionante alfarje de madera con vigas policromadas salido de las manos de maestros mudéjares.

La humilde torre mudéjar de la iglesia de San Gil en Huérmeda es un caso excepcional ya que sigue el modelo del alminar del castillo de Qasr al-Hayr al-Sharqi (siglo VIII) ubicado en medio del desierto de Siria.

Etapa 4 Calatayud y su comarca

El legado andalusí de esta ciudad es patente en su nombre: Qal’a significa ciudad fortificada y Ayyub hace referencia a su fundador Ayyub ibn Habib al Lajmí, emir de Al-Andalus en el año 716. Su Castillo Mayor es la huella más visible de este pasado además de las fértiles vegas que la rodean cuyo origen está en la sabiduría andalusí para gestionar el agua.

Calatayud es la ciudad de las torres mudéjares, entre los siglos IX y X el poder andalusí construyó en esta ciudad el que puede que sea el recinto defensivo andalusí conservado más importante de España. A sus pies, se despliega el llamado Barrio de la Morería, donde ya en época de control cristiano, vivía esta comunidad. Pasear por sus estrechas calles nos traslada al pasado mudéjar que dejó en Calatayud otro monumento imprescindible, también declarado Patrimonio Mundial: el claustro y torre de la Colegiata de Santa María a la cual se puede ascender.

En la comarca de Calatayud, concretamente las iglesias-fortaleza de Tobed, Cervera de la Cañada y Torralba de Ribota. Son monumentos donde el arte mudéjar alcanza su máxima expresión tanto en su exterior como en sus espacios interiores donde la luz se ve rota por bellas celosías y la decoración de policromía y yesería se despliega por sus muros.

Etapa 5 Maluenda, Morata de Jiloca y Daroca

Calatayud y Daroca están unidos por el fértil valle del río Jiloca, genuinamente andalusí y mudéjar. Aquí su legado está vivo al mantenerse en activo huertas y campos de frutales a las orillas del río regadas por la inteligente red de acequias de época islámica. El mudéjar tiene dos paradas imprescindibles junto al Jiloca: la iglesia de Morata de Jiloca, con una portada que impresiona, y los bellos interiores de las iglesias de Santa María y las Santas Justa y Rufina de Maluenda.

En torno al año 800, en este enclave del valle del Jiloca fue fundada Daroca como una plaza militar. Su Castillo Mayor corona su recinto amurallado, es la antigua alcazaba andalusí que dio origen a esta ciudad. Otras huellas conservadas son la Torre de San Cristóbal (s. IX) y el espacio arqueológico, bajo la sede comarcal, que ha sacado a la luz restos de unos silos de grano y un conjunto de viviendas andalusíes. Su importancia continuó en época mudéjar que ha dejado en Daroca el espacio urbano de la morería, el Palacio de los Luna y algunos de los primeros monumentos construidos en este estilo.

Pronto se convirtió en un punto clave de las rutas comerciales y de convivencia de culturas que dio como resultado alguno de los primeros monumentos mudéjares como son la torre de Santo Domingo o el ábside de San Juan de la Cuesta.

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