Orcajo

Sus peirones son singulares: el peirón blanco o de Carratabilla está en el camino viejo de Daroca; el de la Virgen de la Soledad, en la salida del pueblo por el camino de Atea; el de la Virgen del Carmen, en una curva junto a la carretera de Balconchán; el de la Virgen del Pilar, que tiene como singularidad que los ángulos de la piedra sillar de la base van marcando un reloj de sol, en el camino viejo de Santed; y el de San Miguel, en el camino de Manchones. Los peirones definen una cultura de lo cercano: el cielo, la eternidad, la bondad, el pan, el agua, el perdón y la paz son los misterios que esta meseta ibérica ha tallado con esmero durante siglos. 

En 1811 estuvo aquí desterrada la Madre Rafols, defensora de la ciudad de Zaragoza y cofundadora de las Anas.

Campea la iglesia parroquial de San Bernabé, construida entre los siglos XVII y XVIII, con orígenes y restos del templo anterior del siglo XVI. Orcajo guarda en su caserío imponentes edificios. Se conservan «in situ» dos escudos de la familia Valenzuela en sendos caserones, en la plaza y en la calle centro, además de otras bellas casonas, en la replaceta y en la calle del moral. Destaca su fuente vieja, a una cómoda distancia del pueblo, de orígenes tardo-medievales, y que forma un conjunto restaurado, compuesto por la fuente con gradas, el pilón de abrevar las caballerías, y el lavadero.

Fuente: Carlos Lasierra Gómez